Seguramente que cuando Rubén Sattler o Armando
Grinóvero encuentran un instante para recorrer con la mirada ese espléndido y
funcional edificio donde hoy está instalada su Rectificaciones Sagri, verán en
cada bulón, en cada tornillo, en cada ladrillo, brillar una gota de sudor.
Ese sudor que durante toda su vida fue la mejor herramienta y el mejor capital que tuvieron, el que les permitió ir creciendo hasta ser lo que hoy son. Hasta tener lo que hoy tienen, una industria modelo y prestigiada.
Sus comienzos en la vida
tienen muchas similitudes. Ambos nacieron en hogares de campo, Sattler en la
zona de San Benito y Grinóvero en la de Espinillo.
Cuando Armando tuvo la edad
suficiente, don Secundino –su padre- lo envió a capacitarse en la Escuela Técnica de Rosario del
Tala, de donde egresó a los 18 años con un diploma de técnico mecánico bajo el
brazo y la ansiedad de poder aplicar en un trabajo lo aprendido.
Autorector –tradicional
rectificadora de Paraná- le brindó esa posibilidad y allí estuvo siete años
aportando lo suyo y capacitándose.
Un día comprendió que había
culminado un ciclo y la etapa siguiente fue La Unión , la rectificadora de los Niemiz, donde
estuvo trabajando –curiosamente- los siete años siguientes.
Sattler, por su parte, había
estado trabajando en la obra de construcción del Túnel Subfluvial, pero ya se
había establecido un vínculo entre ellos, ya eran cuñados. La hermana de
Grinóvero se había casado con Rubén Sattler.
Un día ese vínculo se
transformó en sociedad. El 2 de mayo de 1983 se iniciaron con un tallercito
donde reparaban cilindros hidráulicos. Como las ganas deberían ser su mayor
capital, el tallercito lo instalaron en un local de 3x4 que se armó en la casa
de Sattler, allí en Damián Garat 1109 de Paraná.
Por entonces ya habían
comenzado a volcarse a los trabajos de rectificación, que fue el gran paso de
la sociedad. “Responsabilidad” no fue solo un slogan publicitario, fue una
manera de ver la realidad de la vida. Y eso poco a poco fue rindiendo sus
frutos.
A medida que crecía el
volumen de trabajo, crecían las necesidades de espacio para instalar nuevas
máquinas. Y poco a poco le fueron tirando paredes a la casa de Sattler y
agregando obras, Cuando ya no hubo más remedio, se posesionaron del jardín de
la señora de Sattler, pero le respetaron las macetas…
Un día, allá a mediados de
los ochenta, fuimos testigos de cómo tiraban parte del frente –que después
había que reconstruir- para poder entrar una nueva máquina.
Otro día, viendo la necesidad
que tenían de ampliarse y poder trabajar con cierta holgura –por poco había que
pedir permiso para pasar entre las máquinas y sus operarios-, decidieron
encarar la construcción de un edificio nuevo para trasladar la rectificadora.
ARMANDO GRINOVERO: -En el 90
compramos un terreno en una esquina de Avenida Churruarín. Lo empezamos a
edificar de a poco, sin pausa pero sin prisa. Y cuando llegó 1998 la obra ya
estaba lista. Entonces vino lo bravo, porque había que sacar las máquinas de
Damián Garat para trasladarlas al nuevo edificio. Y la única forma de poder
sacarlas era volviendo a tirar paredes. Pero había paredes que estaban del lado
de la casa del vecino. Y, la verdad sea dicha, ese vecino fue muy bueno… ¡nos
podría haber sacado a escopetazos!...
H&M: -Esta es una empresa
familiar, ¿quiénes trabajan en ella?
A.G.: -En realidad estamos mi
cuñado, sus hijos –mis sobrinos-, el mayor Rubén (35) y Sergio (33) que fue
campeón del TC 850. Los dos están casados y Rubito tiene una hija, Nadia (10) y
la mamá es Nancy, que lleva la oficina de la rectificadora y maneja todos los
papeles. Para fin de mes Sergio y Adriana, su esposa, esperan un bebé.
H&M: -¿Y sus hijos?
A.G.: -Tengo tres, Orlando
(23) está en el Liceo Aeronáutico en Rosario; Hernán (22) vive en Comodoro
Rivadavia y también está en la
Aeronáutica , y el más chico –Fabián (16)- está conmigo,
estudia y varios años incursionó por el karting y alguna carrerita del SV 1100.
Rectificaciones SAGRI acaba
de cumplir 18 años de actividad responsable e ininterrumpida. Cuando nos vamos
de la planta industrial que ahora tienen en Churruarín 1591 de Paraná, nos
parece ver brillar en cada ladrillo, en cada bulón, en cada tornillo, esas
gotas de sudor que lo construyeron…
Nos consta, porque desde hace
16 años –los mismos que hoy tiene Fabián, el hijo más chico de don Armando
Grinóvero- nos encontramos en cada número de Hombres y Máquinas que aparece…
Firmado por ALDO COLCERNIANI
Publicado en H&M 109 de mayo 2001
Publicado en H&M 109 de mayo 2001
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