2.8.12

ERIC STIEFEL


El “colorado” de Colonia Belgrano
Bajo, fornido, una amplia sonrisa bonachona que nunca lo abandona y un espíritu jovial que reparte buenas ondas. No hay lugar tuerca donde no sea bien recibido o dondo no haya una anécdota del  “colorado” Eric, un tipo querible que se ha ganado la amistad y el respeto de todo el mundo. Se llama Eric Stiefel, está casado, es padre de tres hijas y de René, su único hijo varón, piloto de los Fiat 600 TS y futuro periodista radial; cuatro nietos enriquecen su vida y es figura inconfundible en los boxes.

H&M: -¿Dónde naciste?
ERIC STIEFEL: -Y soy como el elefante: nací donde voy a morir, Colonia Belgrano querida, el primero de julio de 1945, hace bastante ya… Mis padres vinieron de Suiza, de Leuja en el cantón de Valois. En mi casa nunca se habló de automovilismo. Cuando yo empecé, que me agarró la locura de la moto, mi gran pasión, tuve grandes peleas, encerradas afuera, cortarme los suministros. Pero no pudieron apagar el fuego que había traído a mi casa el novio de mi hermana, Ives Long. Yo tenía once o doce años cuando un día se le ocurrió invitarme a las 500 Millas de Rafaela, que ganó José Froilán González. Y desde ese día, chau… De ahí hasta que compré mi primera motito, que fue una NSU Quickly 50, una moto sensacional que casi me la regaló Ives que la había recibido en un canje por un auto –él ya vendía autos-. El jueves me la traje y el domingo ya estaba corriendo en Gálvez, donde por entonces había una gran categoría de midgets y junto se hacían carreras de motos de 50cc. Me metí y salí tercero en una lucha con dos bravos de esa época. Y desde ese día no se cortó más hasta hoy. Y aunque hace tiempo que estoy debajo de los autos, siempre estoy colaborando con uno o con otro.
H&M: -Vamos por paso: empezaste con las motos en Gálvez…
E.S.: -Debuté a los 14 años y corrí hasta los 21. Pero otra vez Ives Long iba a marcar mi camino. Yo siempre fui “pesadito” y un día me dijo medio en broma, medio en serio: -“Me parece que las motos ya te quedan chicas…”
Cuando estaba haciendo el servicio militar, un domingo vine a mi pueblo con franco y no encontré a nadie de la muchachada. Pregunté dónde estaban y estaban todos en San Carlos porque había una carrera del naciente Turismo Anexo J. Eran tiempos de Cachito Crespo, Pocho Perren, el Chiche Salson, de mi pueblo corría Rogelio Pronello con un Chevrolet; también Carnero con un DKW; un primo mío, Armín Stiefel, con otro DKW. Me fui a verlos con un Falcon nuevito de mi mamá. Cuando llegué allá nos miramos un poco con mi cuñado. Los dos pensamos lo mismo, pero él me dijo: “-No, porque Marily –mi mamá- nos mata…” Pero le sacamos las tazas, le pinté el número y, aunque no lo puedas creer, salí segundo en la categoría grande. La carrera la ganó el malogrado Hugo Astegiano de San Jorge, al que le preparaba el auto Cambell Sallocco.
Esa noche cuando volví a casa escondí el trofeo y me mandé a mudar a Corientes, donde estaba haciendo el servicio militar. El lunes, en el pueblo no hacían más que hablar de mí y llegó a oidos de mi madre, que a la noche cuando en el programa “Hombres y Máquinas” de Carlos Larriera por Canal 13 de Santa Fe vio su Falcon, no lo podía creer. Me mandó una carta diciéndome que me quedara a vivir en Corrientes… Cuando volví, vos viste como son las viejas, se amansó. Pero nunca quiso que yo corriera. Nunca fui a una carrera con permiso de mi madre…
Después del servicio militar, yo tenía un Fiat 600 para mi uso y Long me dijo; ”-¿Te animás a poner tu 600 como parte,? Yo te ayudo y vamos a comprar el auto de “Matraca” Prono.”. Lo tenía en venta, era el Renault 1093. “Ni hablar!... -le contesté-, te doy el 600 y la bicicleta!". Era una bicicleta de carrera. Porque también corrí a pedal… Así que un domingo nos reunimos con “Matraca”, pero no pudimos llegar a un arreglo. Era un auto muy valioso, tenía toda mecánica de Berta.
Cuando salimos de Santa Fe, Ives vio la cara que yo tenía y me dijo: “-No te desesperés, mirá que no es el único auto de carrera… Vamos a pasar por San Jerónimo, que sé que hay una cupé Fiat para vender.” “-No -le contesté-, es demasiado para mí.”  La cuestión fue que llegamos a San Jerónimo y estaba Pocho Perren paseando en la cupé con el mapa de Entre Ríos pintado en la puerta, porque acababa de correr el Gran Premio de la Mesopotamia. Paramos, fuimos a la casa, yo de plata ni hablé porque no tenía nada más que mi 600. Y no sé cómo hizo Long, pero le entregó el 600 y nos pusimoe en campaña para empezar el año.
Hasta que nos encamináramos, la cupé la iba a atender Pocho.
Fuimos a la primera carrera en San Francisco y Pocho salió a dar vuelta conmigo. A la cuarta vuelta me golpeó el casco –porque ese auto hacía un ruido tremendo- para que me mandara a boxes. Yo pensé que quería hacer algún cambio, pero cuando se bajó le dijo a Long: “-Este pibe no precisa que lo acompañe nadie para enseñarle… ¡es más loco que yo! Déjelo nomás…”.
Ese día salí segundo, detrás de Tucho Mansotti, gran corredor de motos, que tuvo un accidente y se mató.
Después hicimos algunas buenas carreras, pero se empezó a romper el auto. Pocho más o menos los guió a los Long y empezamos a hacerlo nosotros. Pero la empresa de Long cada día se iba haciendo más grande, había mucho trabajo, mucha clientela, y el auto de carrera no era una buena imagen. Así que Ives un día me dijo que hasta fin de año siguiera allí, pero después tenía que sacar el auto. Y así fue.
Todavía no había un campeonato santafesino organizado. Justamente al año siguiente arrancó con Ricotti y toda la gente de Rafaela, que hicieron la Federación 4. Me lo llevé a Belgrano y con Rogelio Pronello a la cabeza, Tizca Benzi que hoy es el preparador de Diego Vignolo, y una barra terrible de pibes, nos pusimos a armar ese milqui con tantas ganas, que las cosas empezaron a salir redondas. A mitad de campeonato ya tenía casi el campeonato en la bolsa. Gané en mi pueblo y tuvimos tres días de fiesta. Y la última carrera fue en Los Toboganes, donde hice la pole, largamos y se me salió un cable bujía. Entré a boxes, me pusieron el cable bujía y cuando salía el pelotón de los punteros venía detrás de mí. Recuperé la vuelta y salí tercero. Una carrera que nunca voy a olvidar. Creo que fue la mejor que hice en mi vida. La ganó don Vicente Linares, de Concordia, que cuando recibió la copa me dijo que yo era el ganador moral y me la regaló. ¡Qué tiempos! Tiempos en los que el automovilismo era de caballeros!... Cambiamos los trofeos y él se llevó el de tercero.
Tuve la gran alegría de salir campeón y ahí recibí una oferta, muy entre amigos. En Rafaela estaba sobrando un Fórmula 1, el de Albizu. En ese tiempo era muy amigo de toda la banda que estaba detrás de él: Nescier, Boscarol, Pignatta, toda esa gente. Me dijeron: “-Vos traés tanto de sponsorización y te subís.” Pero llegó el día y no se pudo hacer nada. Se subió don Juan Jacinto Pomodoro, que era un pilotazo.
Yo como que me pinché y el año 71 lo hicimos esporádicamente. Fuimos a Rosario, a Las Rosas cuando se hizo el Congreso de Automovilismo y me invitaron como el campeón. A fin de año llegó mi retiro forzoso, porque tuve que vender la cupé. No había plata, no había más ayuda y me bajé del auto de carrera.
¿Qué hice? Le pasé el plumero a la moto y volví a correr. Hice varias carreras y apareció una peña de Cañada Rosquín a ofertarme un Limitada 28, que en esa época era el furor. Una cosa de locos. La primera vez que fui a correr llegué como todos: uno se mete en el auto, empieza a trabajar, que ésto, que aquello. Era un auto que tenía un muy buen motor, pero tenía un muy mal chasis. No doblaba.
La primera carrera fue en El Trébol. Cuando me senté en el auto y salí a la pista y ví tanta gente, me asusté. La Fiat de El Trébol llegó a llevar 7.000 personas. Fue una época memorable en mi vida. Llegué a ganar series y lo mejor fue un tercer puesto en una final. Pero eran de un valor terrible: corrían el Tilín Serre, Ballari, ¡qué sé yo!... Tanta gente de primera línea. Marcos, que es más vivo que yo, todavía corre. Venía Italo Petitti de Córdoba. Eran unos carrerones infernales.
En ese tiempo de la Limitada fue cuando me casé. Y le hice una promesa a mi mujer: que dejaría de correr cuando naciera la hija que estábamos esperando.
Eso precipitó todo, porque coriendo un día en Montes de Oca –venía primero Héctor Capra, segundo el inglés Brain, tercero yo y cuarto José Cilindro-, de golpe se me rompió el motor, se trancó todo en un circuito de tierra de aquellos… Vino José Cilindro y me pasó por arriba. Con la panza del auto me rompió el casco. Él entró a dar vueltas y salió despedido. Yo quedé atado pero apretado dentro del auto. Detrás me pasaron todos por arriba. Parecía un autito chocador, venía uno y me tiraba para allá… venía otro y me tiraba para acá…Cuando terminó todo el desbarajuste yo estaba debajo de una parva de autos, quemándome las piernas con el aceite que me chorreaba. Pero estaba sano y me sentía bien…
Los muchachos llegaron desesperados. Me acuerdo que eran los comienzos de Héctor Meschini transmitiendo carreras y como ya era tarde, no bien se produjo el accidente tuvo que cortar la transmisión. Y yo estaba sólo en Montes de Oca. La gente que me acompañaba era de Cañada Rosquín, pero de Colonia Belgrano no había nadie conmigo. Así que me asusté mucho. No por mí, sino por la nena que estaba por nacer, por mi familia. Empecé a pensar y cuando volví a Belgrano me encontré con la cuadra llena de gente, esperando por mí para saber cómo estaba. Y ahí medio como que hice una promesa que no iba a correr más… Solamente volví cuando me invitaron para un campeonato de karting de veteranos, en San Genaro. Sólo una carrera.
Después llegó René. Y creció. Un día empezó en el karting Infantil, luego en el Juvenil, después tuvimos un parate porque el karting se había puesto muy caro. Me fui con Zanatta, con el que estuve dos años en las carreras cuando empezó con la cupé Sierra. Después lo entusiasmé a Diego Vignolo para que fuera a la Fórmula Renault y anduvimos un año de gitanos por las pistas de todo el país, con alegrías y con sinsabores, pero amasando un corredor que para mí tiene cualidades extraordinarias y es una lástima que no pueda saltar a una categoría nacional. Las cosas no se dieron y volvió al TC 4000.
Yo me volví con René. Armamos un 600 para la Promocional del Oeste, tuvimos un poco de mala suerte y nos decidimos por Chito Schneider que tanto insistió para que corriéramos en los Fiat 600 TS.
La verdad es que hemos encontrado un ambiente tan distinto, tanta gente distinta, tan predispuesta a ayudar, a colaborar. No digo que sean mejores o peores que en otras categorías, sólo son diferentes. Y estamos muy contentos de habernos venido para acá.

Firmado por ALDO COLCERNIANI
Publicado en H&M 95 de febrero 1999

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